domingo, 9 de octubre de 2011

Agridulce Cuba...

Cuba siempre se me presentó como un sueño en términos de viajes. Estando en México no pudimos resistir la tentación viajera y partimos a la pequeña isla de Fidel.

Quizás este post sorprenda a algunos lectores que han ido a Cuba, porque, conversando con otros viajeros, nos dimos cuenta que muchos no tuvieron la misma experiencia que nosotros. Sin embargo, creo que el hecho de llevar 10 meses viajando por Latinoamérica, además de intentar mantener el ojo etnográfico un poco calibrado, me permite escribir esto con cierta propiedad (aunque siempre guardando la frontera de la opinión personal, al fin y al cabo este es sólo un blog).

Llegar a Cuba es como meterse en una película. No sólo porque las calles de La Habana se mantienen igual probablemente desde que Fidel y sus amigos tomaron las riendas, pero además porque está llena de música y de gente en la calle (elementos que combinados lograron enamorarme fácilmente). Sin embargo, nuestra posición como turistas nos pone en un limbo existencial cubano en el cual uno se muere por vivir "la verdadera Cuba" y al mismo tiempo existe una barrera entre tú y el corazón de este país que pasa por mucho más que sólamente la diferencia de divisas.

Para los que no saben, Cuba funciona con dos divisas, dos mercados paralelos. Por una parte está el peso cubano (25 de estos hacen un dólar app.) y el Convertible (similar al dólar), que dividen el mundo local del turistas. Sin embargo, los cubanos, por razones obvias quieren obtener la mayor cantidad de convertibles posible para poder mejorar su condición de vida. Esta posición es comprensible, sin embargo, esta dinámica con el turista ha creado que la relación entre ambos sea imposible fuera de una relación que no termine en el intercambio monetario en algún momento.

¿A qué me refiero? O, ¿hacia dónde va esta mina con tanta cháchara? No pudimos tener ni un diálogo genuino con un cubano (además de los de nuestras casa particulares) que no se acabara con algo relacionado al dinero (o la falta de este). En la calle, la gente no mendiga (esta actitud sería muy reprochada según el estándar valórico de la revolución), pero pedir jabón, lápices, zapatillas, y hasta la ropa que llevas puesta es absolutamente normal. No quiero sonar insensible frente a las carencias económicas con que viven otras personas, pero creo que el tema se vuelve molesto cuando te empiezas a dar cuenta que la única razón por la que la gente te habla es porque quieren tu dinero (cosa que en el resto de Centroamérica no nos ha sucedido para nada).

Uno pensaría que esto pasa en Habana, por la cantidad de turistas que hay, pero la verdad es que a medida que nos alejábamos en de la capital el asunto se vuelve peor hasta llegar a su momento pick en Santiago de Cuba. Un tipo nos dio habános (obviamente de super mala calidad, y de dudosa procedencia) con el pretexto de que era hermano de la señora donde nos estabamos quedando (cosa que era absolutamente mentira) y que era costumbre de ellos regalar algo a los huéspedes, para luego de hablarnos como por 5 minutos de lo buena onda que eramos antes de pedirnos dinero por los habanos que nos acababa de "regalar".

En Baracoa, tomamos un tour a unas fincas y unos ríos aledaños. El tour estuvo súper bueno e interesante (a pesar del hecho de tener gente vendiendote cosas cada 30 minutos), y al final le dimos al guía una propina modesta, porque ya no teníamos mucho dinero. El tipo nos dijo que era un placer habernos tenido en el tour y todos los saludos de rigor. Pero cuando vio lo que le dimos de propina, arrugó el ceño y se marchó sin decir ni adiós. Al día siguiente lo vimos y al saludarlo, se dio vuelta y siguió tocando su guitarra sin siquiera levantar la vista. Historias similares a estas tenemos para escribir un libro, pero creo que mi punto esta expuesto.

No quiero sonar a que Cuba es un lugar pésimo y que no vale la pena visitar. Por lo contrario, es interesante ver un país que funciona de un modo absolutamente distinto al resto del planeta, y además con el encanto caribeño que tiene esta isla y su belleza natural. Simplemente creo que cualquier viaje siempre es mejor cuando uno se siente bienvenido, y no como un intruso o como un cajero automático con patas.

Pronto se vienen un par de fotos.