domingo, 11 de septiembre de 2011

Aventuras: Cañón de Somoto, Nicaragua y El Imposible, El Salvador

Hemos hechos dos caminatas aventureras que creo que vale la pena compartir.

La primera fue el Cañón de Somoto en Nicaragua. Somoto no es un lugar que mucha gente visite, de hecho, cuando nosotros estuvimos ahí, sólo vimos otros 2 turistas (que curiosamente ya habíamos conocido en Panamá) con los que fuimos al cañón. La únca razón por la que nos enteramos de Somoto es porque Pauline, francesa polola de mi primo en Costa Rica, había ido y nos contó del lugar. Somoto está en el norte de Nicaragua y es un buen lugar para visitar antes de cruzar la frontera hacia Honduras.

El pueblo es súper tranquilo, y es realmente agradable llegar a un lugar donde nadie quiere ofrecerte o venderte nada. Hay básicamente una opción de hospedaje barata que es el Hotel Panamericano, justo en la plaza principal. Desde ahí se puede contactar a Reynel, quien realiza caminatas al cañón. Reynel participó en la guerra contra Somosa en la zona, y conoció la zona a través del trabajo con la guerrilla. Además de mostrarte el lugar, le gusta contar historias sobre ese período, sobre la mística que envuelve el cañón y sus riquezas ocultas.

Caminamos una media hora hasta llegar al río. Desde ahí se camina siguiendo su curso y, literalmente, flotando en él. En realidad es una caminata súper relajada, porque la mitad del tiempo estás en el agua, pero si quieren ponerle más emoción hay rocas de 3 - 5 metros de las que se puede saltar para continuar el camino. Yo salté de la más pequeña (3 metros o algo así), y no me gustó para nada, pero al Pirata le encantó.


La otra caminata fue en el parque El Imposible al norte de El Salvador. También es un lugar bueno para visitar antes de cruzar la frontera. Para llegar hay que tomar un bus desde Ahuachapán, a Tacuba. Nosotros nos quedamos en el Hostal de Papá y Mamá, y queda absolutamente recomendado (es como quedarse un fin de semana con tus abuelos, te malcrían hasta no poder). Desde ahí tomamos a Willy como nuestro guía.

El tour comienza desde el hostal montándose en una camioneta 4x4, vieja pero fiel, por una hora camino al parque. Durante una hora uno llega a comprender el por qué del nombre del parque, las curvas y lo malo del camino lo hacen imposible. Después se baja el cerro hasta el río por aproximadamente una hora. El río también es muy lindo, pero es más accidentado que el de Somoto, con más cascadas. El Pirata saltó de todas, incluyendo unas de aproximadamente 7 metros de altura. A mí obviamente, después de la experiencia de Somoto, no me quedaron ganas de saltar, de las más altas (sólo salté unas pequeñas). Pero Willy lleva consigo una cuerda y un arnés, el cual ató a un árbol para que yo bajara el costado de la roca. Debo decir que hacer eso fue casi tan aterrador como tirarse desde la cascada, porque no conocía la roca (que además está mojada), pero una vez que se empieza a bajar uno se da cuenta de que no hay peligro.

Después de toda esa diversión viene la vuelta a la camioneta, que es como una hora se subida (para nosotros fue una y media, porque soy pésima escaladora!). Pero a pesar del esfuerzo, vale mucho la pena.

Estos dos viajes han sido lo que más me ha gustado de Centroamérica hasta ahora. Increíblemente, son dos destinos que aún no han sido explotado ni que se mencionan mayormente en las guías de viaje, pero que definitivamente se agregan a mi lista de las cosas que hay que hacer (must do-s) de Latinoamérica.

Fotos: Fiesta de los Farolitos en Ataco, El Salvador







Si no sabe a qué se deben estas fotos, lea el post siguiente.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Festival de los Farolitos en Ataco, El Salvador

Tuvimos la suerte de escoger Ataco como nuestro primer destino en El Salvador. Digo suerte, porque quisimos quedarnos en cualquier lugar de la famosa Ruta de las Flores, y escogimos Ataco, porque quedaba más o menos en el medio y porque parecía fácil llegar, desconociendo cualquiera de sus encantos.

Llegamos al hostal "Mesón de San Francisco", también un poco por casualidad, y ha sido muy bueno. Sus dueños son una familia que hace que te sientas más como un invitado que como un huésped. Ellos nos contaron sobre la celebración de los Farolitos. Por eso planeamos una escapada rápida a la playa para celebrar mi cumpleaños, y luego un viaje express a Suchitoto, antes de volver a la celebración.

En esta fiesta, el pueblo entero adorna la ciudad con farolitos hechos de madera y papel celofán con velas, en conmemoración del natalicio de la Vigen María. En la plaza principal se instalan puestos de comida típica durante todo el año, pero la noche del 7 de septiembre, el pueblo se llena de gente que quiere comer rico, bailar y disfrutar de los farolitos. Además hay un show de fuegos artificiales, música en vivo, artesanías, en fin, el pueblo entero se viste de fiesta.

Viajar aquí en El Salvador ha sido muy bueno, especialmente porque no hay muchos turistas. Hace tiempo que no sentíamos que teníamos una experiencia local auténtica (en la mayoría de los lugares que visitamos en Guatemala, lo típico viene en bandeja). Definitivamente la parte que más disfrutamos de la fiesta de los farolitos, es que es gente de toda la zona que viaja para celebrar, no sólo turistas como nosotros, ignorantes de la tradición.

Pronto subiré fotos (saqué muchísimas) de los farolitos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Sobre pérdidas materiales y cosas por el estilo.

No he sido la mejor escritora durante este viaje para dar cuenta de lo increíble que ha sido, sólo escribo de vez en cuando, aunque me he prometido pasar días escribiendo más sobre Latinoamerica por si algún lector se entusiasma. Sin embargo, he sido aún peor para relatar los problemas e inconvenientes que hemos tenido que pasar en estos últimos 9 meses.

Además de el acoso constante de quienes trabajan en la industria del turismo (que más que informar a la gente y vender productos, sólo alejan a los turistas creando un ambiente desagradable), más de alguna pulga de cama, y uno que otro compañero de viaje desagradable, no hemos tenido muchos inconvenientes importantes. No hemos perdido buses, ni hemos sufrido asaltos violentos.

Hemos sido víctimas de 3 robos, que han ido aumentando en importancia, y que esperamos se hayan acabado, por lo menos en este viaje. El primero fue menor, pero muy molesto: el primer bikini perfecto que encuentro. Me lo compró mi mamá en Brasil en abril, cuando vio el estado en que se encontraban los mios. Talla y color perfectos, además a prueba de cualquier ola, lo que lo hacía perfecto para surfear en aguas tibias. Fue molesto, pero qué se le va a hacer, no?

El segundo, un poco más importante ocurrió en Ecuador. En Montañita, tierra de surf y de licores embriagantes, un chico de 16 años entró por nuestra vestana y sacó mi cámara y mi celular. Los vecinos, al ver la actitud extraña del chico, lo capturaron y lo mandaron a la policía local, donde recuperaron mis cosas. El encargado del hostal nos fue a avisar en cuanto nos vio entrar, y como el Pirata estaba en la ducha yo partí con el encargado a la policía. Tardamos más de 36 horas de trámites en Libertad (la ciudad menos atractiva de todo Ecuador) en poder recuperar mis cosas. Fue realmente una pena, porque teníamos los días contados antes de partir a Galápagos y no pudimos seguir disfrutando de Montañita.

El tercero fue hace un par de días, aquí en Guatemala. Nos dirijíamos hacia Panajachel, en el Lago Atitlán, en uno de los famosos "chicken bus". Teníamos que hacer un cambio en una ciudad cerca de Antigua. En el bus, el Pirata notó la actitud sospechosa de un sujeto que se sentó al lado de él. Y a pesar de toda la atención que le puso a su billetera durante el viaje, aún así, el tipo logró robarle la tarjeta de crédito. Nos devolvimos al hostal en Antigua, para poder hacer todos los tramites via skype en el hostal donde nos habíamos quedado la noche anterior, porque después de mucho caminar y de preguntar a muchas personas sobre llamadas internacionales, nos idmos cuenta que estabamos en un limbo de las comunicaciones.

Confirmamos luego que había sido el sujeto del bus, cuando al cancelar la tarjeta, la operadora nos dijo que había retirado 4.000 quetzales (unas 200.000 pesos chilenos) y que se había ido a celebrar a Taco Bell en Chimaltenango, que es donde teníamos que hacer el trasbordo.

Finalmente, decidimos mirar todo esto con actitud positiva: sólo se llevo una tarjeta (porque las guardamos todas en distintas partes), la tarjeta nueva ya está en poseción de la mamá del Pirata en Bristol, y sólo hace falta una dirección para que nos la envíe, y por último, que por muchas precauciones que se tomen, no se puede pretender tener un viaje de un año excento de robos. Los que nos han tocado a nosotros, no han sido más que meros detalles.